domingo, 21 de junio de 2009

Al crecer, las personas van dejando atrás muchas cosas, quieran o no. Recordar aquello que quedó en el pasado muchas veces produce añoranza, en esos casos extrañar no duele, pero sí provoca nostalgia, ganas de poder volver a tener o hacer aquellas cosas que formaron parte de nuestro pasado y marcaron nuestra historia. La había envuelto un sentimiento de nostalgia al rememorar tantas cosas. Extraño jugar al elástico, extraño los miedos inocentes como el de dejar el patio de los infantes para pasar al patio de los “grandes”, o al monstruo de debajo de su cama, extraño jugar toda la tarde con Barbies, extraño decir late, late, late, late, nola y cambiar mil figuritas para poder llenar un albúm, extraño la falta de preocupaciones aunque la que queda es importante, extraño pasar horas y horas dibujando con crayones o armando figuras con plastilina para luego regalarlo a un ser querido, extraño pasear a upa por la vida y cruzar la calle tomando de la mano a un adulto responsable.

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